Trenes.

     Mi existir se asemeja al raudo viaje en un tren con destinos inciertos. La gente pasa, compartimos el aire unos segundos, tal vez una sonrisa, y la multitud se alborota en las puertas del tren, desesperados por bajar, por salir y fumar un cigarrillo. Yo nunca bajo del tren, porque (y me cuesta reconocerlo) soy una cobarde. Al menos a nadie le importa, pues la interacción que tengo con el mundo es tan superficial y vana, tan fugaz, que realmente no importa. El tren, por su parte, repite su viaje una y otra vez, llevando nuevas personas, nuevas esperanzas, nuevos dolores; y a cada retorno, mi alma olvida el anterior viaje: necesita hacerlo, no puedo admitir que hacemos el mismo viaje, porque si lo hago caeré: me gusta pensar que habrá algún catastrófico imprevisto, algo que cambie el curso de los rieles o mi muerte inminente; me gusta pensarlo porque me hace cerrar los ojos a mi cobardía.
     Cuando la gente se va, suele dejar de importarme. He de admitir, sin embargo, que me atormenta la levedad del recuerdo. El olvidar es como una dosis de morfina: deja de doler, pero aun así estás muriendo. Es peor, de hecho, pues cuando pasa, en el lugar donde estaba el recuerdo, queda un corte, una angustia indefinible, una mezcolanza de emociones disonantes y absurdas que crecen sin ton ni son y trepan por los marcos de mi mente, albergando extraños pájaros de triste canto. No recuerdo qué había antes de las enredaderas. 
     Me abruma como lo vivido se me borra de las pupilas, como se desvanecen de mis labios las palabras, como se corroen las canciones y los versos. Tal vez lo único que tuve fueron ilusiones, que es lo mismo que tener nada, y la nada no puede recordarse (¿acaso puede alguien atesorar la nada realmente? Lo único que yo hago es cerrar con llave un baúl vacío, pero al fin y al cabo no tiene nada).
     Lo que más me duele no es que la gente se vaya, es que no los recordaré, y ellos no me recordarán. Al final del viaje, no habrá nada salvo la muerte esperando a que baje del tren...
     (Para siempre me resulta una graciosa expresión)

P.S.: Estoy aterrada.
   

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