No te negaré que me duele, que en este momento me echaría a llorar como una niña pequeña, pero es lo más real, lo más humano que siento por vos
(¿qué siento por vos? Nada, por vos no siento nada, siento por mí, vos sos un mero intermediario entre yo y yo, esta pena es mía y no depende en absoluto de ti)
y me causa un dolor en el pecho y una sonrisa radiante, un regocijo amarrado con el nudo de mi garganta. Nudo atado con mis propios dedos.
Me despojas de toda nuestra mentira, me desnudas hasta lo más hondo de mis deseos, y entonces me acuerdo de que no me interesa, de que en realidad sufro por vos porque se me da la gana, no porque me provoques sufrimiento verdadero.
Y vos, vos sos cruel conmigo sin imaginar que no me haces daño. Vos no sabes cómo soy yo, no me conoces nada porque, si bien creo que sospechas mis mentiras, no sabes cuál es la verdad. Pero vos no sabes que tu persona no puede tocarme en lo más mínimo, crees que sos el mundo para mí y sos vil conmigo, un perro desalmado.
Me gustas cuando te conviertes en esta escoria de persona, capaz de hacer pedazos a una niña doliente.
Capaz de tratar de hacer pedazos a la Feña.
Tratar, porque evidentemente no puedes, simplemente crees que sí, y yo te soy condescendiente. Me muestro destruida, quebrada y, sin embargo, heme aquí,sin rasguño alguno. Más insensible que antes, incluso, porque cada vez que matas mi mentira tengo menos ganas de rehacerla, y me abandono a la verdad.
Comprende, no puedes destrozarme, no en este momento. Pero trata más, me gusta verte intentarlo.