
Entonces te sentaste y dejaste de mirarme, entonces la música brotaba de tus dedos como las lágrimas deberían haber escapado de mis ojos, tus manos como pájaros eran casi una caricia para mi alma.
Y entonces te odié profundamente, me di cuenta cuán frágil era mi persona a tu lado.
Mi corazón marmóreo, vuelto de cristal.