“No
(me) queda casi nada: ni la cosa, ni su existencia, ni la mía, ni el puro
objeto ni el puro sujeto, ningún interés de ninguna naturaleza por nada. Y sin
embargo amo: no, es todavía demasiado, es todavía interesarse sin duda en la
existencia. No amo pero me complazco en eso que no me interesa, por lo menos en eso que es igual
que ame o no. Ese placer que tomo, no lo tomo, antes bien lo devolvería, yo devuelvo
lo que tomo, recibo lo que devuelvo, no tomo lo que recibo. Y sin embargo me lo
doy. ¿Puedo decir que me lo doy? Es tan universalmente subjetivo –en la pretensión
de mi juicio y del sentido común. Que sólo puede venir de un puro afuera. Inasimilable.
En último término, este placer que me doy o al cual más bien me doy, por el
cual me doy, ni siquiera lo experimento, si experimentar quiere decir sentir: fenomenalmente,
empíricamente , en el espacio y en el tiempo de mi existencia interesada o
interesante. Placer cuya experiencia es imposible. No lo tomo, no lo recibo, no
lo devuelvo, no lo doy, no me lo doy jamás porque yo (yo, sujeto existente) no tengo jamás acceso a lo bello en tanto
que tal. En tanto que existo no tengo jamás placer puro.”
Jacques Derrida.
Jacques Derrida.