Aun así, de un modo extraño, tortuoso y retorcido, te amo. Tú me mientes y yo te miento, pero más allá de mis mentiras, realmente te amo, y eso también es doloroso. Yo sé hasta que punto te miento, sé cuando dejo traslucir un poco de verdad en mis palabras, en una mirada, en un abrazo. Todo en ti es falso, porque no te conozco, y no me queda más opción que interpretarlo todo como mentiras. (No me digas que podrían ser verdades, no lo son).
En fin, no sé por qué me quejo. Yo te amo, tú me amas y vivimos en nuestro mundo de hermosas maravillas donde todo funciona bien, donde me vas a ver, hablamos siempre, donde me sonríes y me dices que soy hermosa y que me amas, y que me amarás para siempre; y yo me sonrojo y te digo que más vale que sea cierto, porque yo también te amo, porque te echo de menos, porque eres importante. Este mundo donde tú me entiendes y yo te entiendo, y aun así nos amamos. Sigamos, pues, viviendo esta mierda de fantasía, esta pseudo-felicidad construida de mentiras tiernas y de miradas falsas, sigamos mintiéndonos: mientras no lo descubramos, todo estará bien.