La calle Llupes raya al medio, encuentra a Belvedere,
el tren saluda desde abajo con silbos de tristeza.
Aquellas filas infinitas saliendo de central,
el empedrado está tapado pero allí está.
La primavera en aquel barrio se llama soledad,
se llama gritos de ternura pidiendo para entrar
y en el apuro está lloviendo.
Ya no se apretarán mis lágrimas en tus bolsillos,
cambiaste de sacón.
Un día nos encontraremos en otro carnaval,
tendremos suerte si aprendemos que no hay ningún rincón,
que no hay ningún atracadero que pueda disolver en su escondite lo que fuimos.
El tiempo está después.