No sólo te recogí, te llevé hasta la cama y te quité la camisa, y vi la profunda herida que te cortaba la espalda en carmesí rasguño, ibas a morir. Tomé una aguja y cosí tu herida, sobreponiéndome al asco y al miedo, limpié la sangre, te cuidé, y despertaste.
Despertaste, pero no eras tú, eras el que fuiste alguna vez. Ni siquiera sonreíste, me sujetaste sin fuerza y me besaste, y entonces cerraste los ojos, la muerte colgando en mis brazos
Fin del sueño
(18/02/13)